Abrimos esta nueva sección para proporcionar a todos nuestros lectores un pequeño divertimento que a la vez será enriquecedor. Se trata de la nueva sección de curiosidades del arte, donde desvelaremos algunas de las particularidades de obras que todos conocemos pero que sólo sabemos de su periferia sin llegar a entrar en el corazón de estas. Evidentemente queremos que esta sección sea amena y divertida así que no vamos hacer una tesis de cada obra, tan sólo una pequeña puntualidad, anécdota, curiosidad, para, quizás, acercar un poquito más el Arte a todos. Tampoco vamos a desvelar la panacea, seguro que muchos de vosotros ya sabréis estas curiosidades, aún así esperemos que disfrutéis de los artículos ;). Empezamos con una obra muy reconocida por todos. Las Meninas de Velázquez. Seguro que ya la tenéis en mente, si no, mirar la foto.
Obra reconocidísima que la podéis ver en el museo del Prado. En esta obra, hay muchísimos entresijos y curiosidades, pero sólo nos vamos a centrar en una y es en la escena que protagonizan la infanta Margarita de Austria y su menina María Sarmiento (o sirvienta). A simple vista podemos observar como la menina está ofreciendo agua a la infanta, o eso es lo que se ha dicho numerosas veces en la interpretación de esta obra (como determinó Jonathan Brown, mayor especialista en Diego Velázquez), pero, hay un hecho un tanto contradictorio en todo esto y es que no hay vaso de donde beber el agua y seguramente en el siglo XVII los personajes de la realeza no beberían directamente de un jarrón… Lo que realmente es sorprendente es que los estudiosos e historiadores de Velázquez no constaten este hecho y tengan esta escena como algo totalmente irrelevante para la obra. Pues bien, según algunas sugerencias y especulaciones de los restauradores de Las Meninas, la infanta no pide un jarrón de agua para beberse el agua, si no que ha pedido un jarrón de arcilla para comérselo… (seguramente estaréis pensando que esto no tiene ningún sentido y muchos de vosotros dejaréis de leer a partir de ahora, pero si continuáis y nos dais la posibilidad de explicar este hecho seguro que os sorprende). Hay muchos factores que pueden llevar a deducir este hecho, sin tener que recurrir a la historia, factores físicos como el que comentábamos antes de que no hay vaso, otro sería que el búcaro se sirve en una bandeja de oro como contenido y no como continente. Pero ahora si recurrimos a los archivos históricos, descubriremos que la ingesta de arcilla en el siglo XVI y XVII era una práctica muy de moda entre la aristocracia del momento. Tal como lo describe la Marquesa d’Aulnoy en sus “Memorias de la corte de España”: “…hay señoras que comían trozos de arcilla… tienen una gran afición por esta tierra… Si uno quiere agradarlas, es preciso darles de esos búcaros, que llaman barros; y a menudo sus confesores no les imponen más penitencia que pasar todo el día sin comerlos“. O algunos de los versos de Lope de Vega: “Belisa de haber comido deste barro portugués, sospecho que está opilada”. Los efectos de esta práctica eran una tez más blanca (hecho muy característico de la época), disminución y retraso de la menstruación y por último un efecto narcótico placentero. Puede que no estuviera muy bien vista esta práctica puertas hacia afuera y sobretodo con una infanta de tan joven edad. Puede que se haya ocultado esto para no dejar mal a la realeza del momento y por lo tanto a sus predecesores. Puede ser esto o simplemente que las interpretaciones varían a medida que pasa el tiempo. “Niña de color quebrado: o tienes amor o comes barro”. Lope de Vega. Nosotros no vamos generar un juicio, dejamos que tu interpretación sea tan libre como creativa y quien sabe, quizás lleguemos a descubrir otra faceta de este jarrón en un tiempo…